Cuando queremos mucho a alguien es normal que todo lo que le pase nos interese y preocupe. Pero si está persona (sea un familiar, pareja o amigo) tiene un conflicto con otras personas tenemos que ser maduros para separar el cariño y no cargar con problemas ajenos que a la larga solos nos traerán enemistades gratis.
A veces el cariño nos ciega y creemos que todo problema que tengan nuestros seres queridos es también nuestro. Si por alguna razón tienen conflictos de cualquier tipo, hay que ayudar pero no comprarnos el problema completo. Al hacerlo nos ganamos conflictos gratis y enemigos.
El apoyo no significa que perdamos la visión. Debemos ser más maduros y saber separar las situaciones. No nos tomemos tan personal las cosas, cada quien que cargue con sus asuntos propios.
Cuando nos tomamos a manera personal todo y lo ajeno estamos perdidos. Suena sencillo decir que no debemos meternos, porque cuando un ser querido atraviesa una situación difícil quisiéramos partirnos en dos y resolver el problema. Pero podemos escuchar, apoyar pero mantenernos al margen y no hacernos responsables de solucionar el conflicto.
A veces es tanto el cariño que hasta cosas tan insignificantes que si las vemos claramente son irrelevantes, las hacemos más grandes de lo que son y luego andamos metidos en problemas que no nos atañen, pero que por querer ser empáticos y buenos con nuestro ser querido terminamos envueltos.
Hay que ser maduros, a veces fríos y decir: No es mi problema, no debe meterme.
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