Yo soy originaria de la Ciudad de México, aunque hace 24 años me
mude al norte del país. Voy esporádicamente a mi tierra, la cual al principio extrañaba mucho. En
especial echaba mucho de menos la comida y a mi prima con la que crecí. Con el
paso del tiempo me adapte al norte, pero en mi última visita al D.F. me atacó
la nostalgia y unos deseos inmensos de quedarme ahí. Dicen que la tierra llama
y la mía me reclama a gritos. Extraño cada pedazo del D.F. la gente, la comida,
el clima, pero en especial a mi familia. Creo que lo único bueno de vivir tan
lejos, es que cuando voy nos vemos con tanto cariño y amor. Eso es lo que más
me gusta, que a pesar del tiempo y la distancia, el lazo afectivo continua tan fuerte.
Esta última vez fue muy especial, porque
mi esposo me acompaño, y tuvo la oportunidad de conocer más a mi familia. Los
cuales lo trataron genial, algo que me hizo inmensamente feliz.
Aunque el viaje se hizo en especial para
celebrar el 90 aniversario de mi abuelito, también pudimos darnos una vuelta
por algunas partes del D.F. Visitamos Cuicuilco, que yo no conocía y para mi es
algo tan especial que en medio de la gran urbe todavía haya pequeños rastros de
nuestra antigua civilización. Que tengo que confesar que amo la historia pero
en especial me apasiona leer sobre las culturas precolombinas. Fue un viaje
corto y paseos muy pequeños, porque ir al D.F. requiere de mucho tiempo y cuando tienes
una familia tan grande es imposible hacer todo. Una semana que se fue como agua, pero en la que reí, comí y caminé mucho.
A esperar mi próxima visita...
A esperar mi próxima visita...
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Ir a Coyoacán y no comer nieve es como no haber ido |
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