Desde muy pequeña me han llamado la atención las pinturas de Van Gogh. Con el pasar del tiempo comencé a leer sobré él y terminé enamorada de su obra. Un día me topé con el libro "Anhelo de vivir", que trata la vida del pintor dándole un toque novelesco, pues quede fascinada con ese personaje tan aferrado a sus sueños. Cuando tenía como 20 años me enteré de su museo en la ciudad de Amsterdam. Soñaba con algún día visitarlo. Pero era un sueño lejano e imposible. La vida siguió y mi admiración por Vincent continuó.
En enero de 2008, a mi esposo, que en aquel entonces era mi novio y que tenía pocos meses de haber entrado a trabajar a una empresa de desarrollo de software. Le asignaron un proyecto de trabajo en Amsterdam. Los dos no lo podíamos creer. Estábamos muy contentos, las cosas laborales para ambos estaban pintando muy bien. A parte el que en tan poco tiempo trabajando para la empresa lo seleccionaran para ir a Europa era algo muy bueno. Pero internamente yo lo envidiaba, hubiese dado cualquier cosa por estar en su lugar. Iba a viajar y quedarse 3 ó más meses a la ciudad donde estaba el lugar de mis sueños, el Museo de Van Gogh. El día que lo despedí en el aeropuerto le dije: Solo quiero algo de allá... Que vayas al museo de Van Gogh (a él no le gustaban los museos), te lo aprendas de memoria y cuando regreses me tienes que contar todo con detalle.
Ninguno de los 2 imaginaríamos lo que sucedería después. Esas extrañas casualidades donde todo se acomoda. El partió a Europa en febrero de ese año. La empresa para la que trabajaba tenía como política que cuando sus empleados duraran "x" tiempo fuera de México podían regresar un fin de semana para visitar a su familia pero si no querían hacerlo, entonces el boleto se endosaba para la persona que ellos eligieran y recibir la visita en la ciudad donde se encontraban.
Así fue como a mi me dio la noticia en marzo. Yo pensé que sería imposible arreglar todo para ir a verlo. Yo tenía solo 6 meses de haber entrado a trabajar a una empresa, así que ese era mi primer problema, el permiso laboral. Pero cuando a penas expliqué recibí de respuesta: Claro, ve, luego nos repones los días... Yo no podía creerlo. Me estaban dando permiso de tomar vacaciones con tan poco tiempo e iba a viajar a Europa. Pero antes de seguir soñando, tenía que arreglar algunos detalles más.
Faltaba convencer a mis papás. Ok, no era una niña, tenía 27 años, pero seguía viviendo con ellos, así que tenía que pedir permiso. Batallé un poco, pero al final dijeron: Esto no pasa seguido y es gratis, así que puedes ir. Efectivamente, son cosas que no se dan siempre. El boleto iba por cuenta de la empresa de mi novio. Me quedaría en la habitación de hotel con él (esto era lo que a mis papás no les agradaba, jajaja) y sus viáticos eran tan amplios que alcanzaría para que comiéramos ambos. Así que yo solo tenía que llevar algo de dinero para imprevistos o por si se me antojaba algo. Pero había un pequeño detalle. Yo estaba ahorrando para comprar mi primer carro y estaba solo esperando la autorización de la agencia. Esta llegó en la semana que mi mi esposo (novio en aquel entonces) me aviso del viaje. Así que tuve que re negociar mi crédito para poder dar menos dinero y así llevarme algo al viaje. El vendedor acepto enseguida. Así que en menos de 3 días todo había sido fácilmente resuelto. No les parece increíble? A mi me sigue causando gracia como todo se dio de repente y se resolvió todo para que yo viajará a visitar a mi novio y a conocer a obra de mi pintor favorito.
Los días previos al viaje, mi esposo (novio en aquel entonces) me mando toda la información que necesitaría al llegar. Me envió mapas, hasta un simulador de la máquina donde compraría mi boleto de tren, que me llevaría del aeropuerto a la estación central de Amsterdam. La explicación de cuantas cuadras caminaría de ahí al hotel. Ya que yo llegaría un lunes por la mañana y él estaría en el trabajo. Así que tenía que arreglármelas sola.
Llegó el día, yo no cabía de emoción. Luego de un viaje de muchas horas, descendí del avión y me dirigí a la aduana. Ahí me atendió una joven que en cuanto vio mi pasaporte me preguntó: Do you speak english?
Yo: No
Ella intentó hablarme en español y yo traté de hablar inglés. El interrogatorio fue un poco largo (en comparación con todos los que habían pasado antes que yo). Pero también fue gracioso ya que ambas nos corregíamos y nos daba risa. La pregunta final: Cuánto dinero traes?
Pensé que cuando le dijera la pequeña cantidad me iba a decir: regresate, no puedes pasar, jajajaja. Llevaba 5 mil pesos, que en euros se convirtieron en solo 300. Ella me dijo: ¡Bienvenida! y levantó la pluma para que pasara. Wow ya estaba en Holanda. Ahora con todos los nervios del mundo tenía que buscar la máquina de boletos de tren. Tenía miedo de equivocarme e irme a otra ciudad. Cuando estaba frente a la máquina y buscaba las instrucciones que mi esposo (novio en aquel entonces) me había dado. La gente comenzó a formarse, yo cedí el paso y cuando levanté la vista, ví que era él, mi esposo (novio en aquel entonces) quien se había puesto detrás mio. La escena no pudo ser más cursi, así eramos nosotros. A penas lo vi y me le lance a darle un fuerte abrazo. Tenía un mes de no verlo.
Los dos íbamos muy contentos en el tren, yo como niña con todo lo que veía a mi paso. Todo me sorprendía, todo me gustaba. Estaba muy cansada pero feliz, porque estaba del otro lado del charco y con mi amorzote. Estaba muy enamorada de él. Mira que poder hacer este tipo de viajes a su lado fue de las mejores cosas que me pudieron pasar.
Recuerdo mi emoción e incredulidad al ver el enorme estacionamiento de bicicletas que esta a un lado de la estación central. A mi todo me encanto, la arquitectura, todo mundo en su bici. Lo ordenado y limpio de la ciudad. El que a pesar de que la prostitución y la mariguana son legales uno anda con mucha seguridad por todas partes.
Para que los dos pasáramos más tiempo juntos, él hizo ajustes en su horario, se levantaba a las 5:00 am para salir temprano y aprovechar la tarde y llevarme a conocer la ciudad. Todas las mañanas yo me salía a caminar, caminar y caminar, tomar fotos, entrar a las tiendas de souvenirs, sentarme en las plazas que me encontrara a alimentar a las palomas y observa a la gente que pasaba. A pesar del frío (a mi no me gusta) yo estaba encantada. Era como un sueño. Sí pero un sueño hecho realidad. El tiempo que pasamos juntos que fue poco, fue de calidad. Él me consintió como nunca, me llevó a los lugares que yo deseaba, me compró algunas cosas que me gustaron y por supuesto me acompaño primero a la casa de Ana Frank y luego al Museo de Van Gogh.
Un día, después de cenar le dije: Llévame al barrio rojo.
Él: ¿segura?
Yo: si, no quiero que alguien me cuente, quiero ver con mis propios ojos.
Me llenaba de curiosidad ver como se exhibían las prostitutas en esos aparadores con su famosa luz roja. La experiencia fue enriquecedora. El que no este cerrado como en otras partes que colocan este tipo de zonas a las afueras de la ciudades es lo que me llamo la atención. Que este enclavado en pleno centro de la ciudad y que se mezclen las vitrinas de las prostitutas con negocios de todo tipo. Con escuelas y hasta con una iglesia. Hay para todos los gustos y los bolsillos, desde mujeres muy guapas, hasta unas demasiado operadas y otras muy dejadas. Había muchos hombres buscando la mejor oferta y otros como nosotros solo viendo. Nosotros íbamos tratando de escapar de los que a fuerza quieren jalarte para entrar a los clubes que ofrecen shows de sexo en vivo o de los vendedores de cocaína que se te acercan y te ofrecen sin pena. Nosotros nos divertimos y tratábamos de tomar una foto de las vitrinas sin ser descubiertos ya que no esta permitido retratarlas. Lo que si no probé por miedosa fue la mariguana a pesar de los muchos Coffee shops que me tope en mi camino.
Los días transcurrieron muy rápido. Ya había visitado algunos lugares importantes, pero faltaba lo que más deseaba, el Museo de Van Gogh. El día que asignamos para ir, él pidió permiso para faltar. Nos levantamos muy temprano. Fue el día más frío que me tocó en la ciudad. Llegamos al lugar y había una fila larga y tuvimos que esperar una hora a que abrieran.
Yo estaba feliz. Tenía frente a mí la obra de mi pintor favorito. Podía admirar sus pinceladas, su color, todo. Vi algunas de las cartas que durante años Teo y Vincent se enviaron. Admiré sus bellos bocetos. Estos me encantaron. Sí tal vez no fue el mejor pintor que haya existido, pero si el que tuvo el corazón y pasión para hacer lo que deseaba aunque los demás le dijeran que no era bueno.
Al salir del museo, mi felicidad era infinita, sentía que ya podía morir en paz. Un sueño cumplido y al lado del amor de mi vida. No se hubiera hecho realidad de no ser por él.
Luego del museo nos pasamos a tomar nuestra foto obligada en el letrero gigante de I amsterdam. Días antes lo vi por internet y le dije: tenemos que ir. Cuando lo vi a lo lejos por una ventana del museo le dije como niña desesperada: ¡saliendo vamos! De ahí nos fuimos rumbo al hotel, pero antes de llegar nos detuvimos en una cafetería (estaba haciendo mucho frío) en donde entre risas disfrutamos un café con pan. Al salir comenzó a caer agua nieve y aunque el hotel estaba a 3 cuadras y nos estábamos congelando, todavía nos paramos a tomarnos fotos frente al Palacio Real. Estábamos muy contentos, cada cosa que veíamos o nos sucedía era una experiencia agradable.
Dos días después se acabaron mis vacaciones y tenía que regresar a México. Salimos muy temprano rumbo al aeropuerto. Al momento de despedirnos (nos vimos muy cursis, pero me da gusto). No nos soltábamos de la mano. El solo pensar que iban a pasar más de dos meses para volver a vernos me entristecía. Habíamos pasado 6 días increíbles. Ese viaje y toda la experiencia son de esas cosas que no se repiten dos veces. Esos sueños que parecen imposibles de cumplirse. pero que la vida de repente te da gratas sorpresas y lo que parece difícil se vuelve realidad.
Hoy que él ya no está conmigo, me llena de gusto y satisfacción haber conocido esa bella ciudad y visitado el Museo de Van Gogh con él. Todo pasa en el momento preciso.
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