Hace 23 años mi familia decidió que mis hermanos y yo debíamos irnos a vivir al norte del país. Eran los 90´s y la violencia en el D.F. estaba a la orden del día. A diario escuchabas que fulano había sido asaltado, que a sutanita le habían vaciado la casa, que a menganito le habían robado el coche, etc.
Yo era una niña y no pude decir si o no. A mi nadie me preguntó. Unos meses antes me habían mandando a presentar un examen de admisión para una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad. En cuanto concluyera mi educación primaria dejaría a mis papás (mi papá tenía que esperar el permiso del cambio en su trabajo, no fue algo sencillo, se tardó 3 años), mi familia materna, mis amigos y mi ciudad.
Mi abuelito era originario de esta ciudad norteña. Cuando entró a la facultad tuvo que irse a estudiar al D.F. Ahí se casó, formó su familia y vivió. Siempre añorando su tierra natal y regresando a ella cada que podía solo de vacaciones. Así que a sus sesenta y algo de años él deseaba descansar y regresar a su tierra. Aprovechando las cosas malas que pasaban en la Ciudad de México en esos momentos, convenció a sus hijos de cambiar de ciudad a un lugar tranquilo como su tierra.
Aún recuerdo como si fuera ayer cuando me despedí de mi ciudad, no deje de llorar en todo el camino. El viaje hacía mi nueva casa fue en tren, para hacer más lenta mi agonía. A mi abuelito le encantaba viajar en tren y si era algo muy bonito pero yo en ese momento tuve que dejar atrás todo. Gran parte del viaje me la pase pegada a la ventana llorando. ¿Cuándo volvería a ver a mi familia materna? Estaba muy apegada a ellos. De parte de la familia de mi papá solo quería a mi abuelito (es una larga historia que después contaré) y no conocía muy bien a todos los que vivían en el norte. Ya que solo había venido unas cuantas veces por vacaciones.
Los primeros 3 años fueron los más difíciles. Tener que adaptarme a no vivir con mis papás, a una ciudad nueva y muy tranquila, a una escuela particular en donde algunos de los niños tenían padres conocidos o de mucho dinero y por eso eran presumidos. Las costumbres y comida diferentes, la gente, todo.
Con el pasar de los años me fui adaptando y adoptando algunas costumbres y modismos norteños. Me hice fanática del béisbol, que es un deporte que en está zona del país gusta mucho. Poco a poco me fue gustando la comida y música norteña, etc.
Con el paso del tiempo se fueron muriendo parte mis raíces defeñas para convertirme en una norteña por adopción. Cada que visitaba mi tierra mis primos se burlaban de mi marcado acento.
Hoy a mis 35 años me siento fuera de lugar cuando voy al D.F, el tráfico, la gran cantidad de gente, el caos, me desespero. Me sigue gustando mucho la ciudad, es bellísima y tiene de todo, pero no creo poder regresar a vivir a ella. Pero en el norte, aunque la conozco muy bien y se llegar fácilmente a todas partes, se donde conseguir las cosas que necesito, tengo varios amigos, a veces siento que ya no hay nada que me pueda ofrecer para quedarme. Es lo que me hace sentirme que no pertenezco a ningún lugar, que no soy ni de aquí ni de allá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario