Hace
unas semanas en el Aeropuerto de Monterrey, N.L., mientras esperaba abordar un
avión con destino al DF. Se sentó delante de mí un señor de unos 60 años
aproximadamente. Impecablemente vestido con un traje sastre oscuro, zapatos
boleados y un maletín de piel y que parecía caro. Para matar el tiempo o
tal vez avanzar en su trabajo sacó un i pad. El hombre daba la apariencia de
ser un ejecutivo.
Dirán
que fui demasiado observadora o criticona, pero aunque normalmente me pasa de
largo como va la gente vestida, no sé porque me llamó la atención este
individuo. No era guapo, tampoco feo, ya estaba bastante grande y un poco calvo
y canoso. Tal vez lo que me llamó la atención era que se veía muy bien vestido
y limpio. Pero como faltaba mucho para abordar mejor continué la lectura de mi
libro (El perfume).
De
repente levanté la vista y oh sorpresa, el señor estaba picándose la nariz muy
a gusto. No se apenó ni se detuvo cuando más de uno le clavo los ojos. Al sacar
su dedo de la nariz, ni siquiera lo limpió, lo deslizó sobre la pantalla de su
i pad. Me dio mucho asco, no podía creer que alguien que aparentaba ser tan
limpio estuviera siendo tan sucio.
No
lo hizo una sola vez, fueron varias ocasiones que metió su dedo a la nariz y
luego lo deslizaba por su i pad. Lo que me hizo pensar, o el señor no tenía
pena alguna o simplemente necesitaba de sus mocos para poder deslizar bien su
dedo.
Fue
en ese momento que recordé la frase de "Las apariencias engañan" y
vaya que sí. Digo es común encontrarse a los niños picándose la nariz en
público pero a un adulto no. Así que no nos dejemos llevar por las apariencias,
siempre nos llevamos sorpresas.
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