domingo, 4 de agosto de 2013

Las apariencias engañan

Hace unas semanas en el Aeropuerto de Monterrey, N.L., mientras esperaba abordar un avión con destino al DF. Se sentó delante de mí un señor de unos 60 años aproximadamente. Impecablemente vestido con un traje sastre oscuro, zapatos boleados y un maletín de piel y que parecía caro.  Para matar el tiempo o tal vez avanzar en su trabajo sacó un i pad. El hombre daba la apariencia de ser un ejecutivo.

Dirán que fui demasiado observadora o criticona, pero aunque normalmente me pasa de largo como va la gente vestida, no sé porque me llamó la atención este individuo. No era guapo, tampoco feo, ya estaba bastante grande y un poco calvo y canoso. Tal vez lo que me llamó la atención era que se veía muy bien vestido y limpio. Pero como faltaba mucho para abordar mejor continué la lectura de mi libro (El perfume).

De repente levanté la vista y oh sorpresa, el señor estaba picándose la nariz muy a gusto. No se apenó ni se detuvo cuando más de uno le clavo los ojos. Al sacar su dedo de la nariz, ni siquiera lo limpió, lo deslizó sobre la pantalla de su i pad. Me dio mucho asco, no podía creer que alguien que aparentaba ser tan limpio estuviera siendo tan sucio.

No lo hizo una sola vez, fueron varias ocasiones que metió su dedo a la nariz y luego lo deslizaba por su i pad. Lo que me hizo pensar, o el señor no tenía pena alguna o simplemente necesitaba de sus mocos para poder deslizar bien su dedo.

Fue en ese momento que recordé la frase de "Las apariencias engañan" y vaya que sí. Digo es común encontrarse a los niños picándose la nariz en público pero a un adulto no. Así que no nos dejemos llevar por las apariencias, siempre nos llevamos sorpresas.





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