domingo, 28 de mayo de 2017

Extrañando a mi perrhija


El 23 de mayo se cumplió un año que mi pequeña falleció y aún no me recupero. Sé que el tiempo curará la herida, la cual no ha cicatrizado y sigue doliendo como el primer día. La extraño todo el tiempo. Extraño su ladrido, su olor, sus bellos ojos de botón, sentir su cuerpecito junto al mío al dormir. Mi hija perruna que fue lo mejor que me pudo pasar en la vida. 

Solo entienden los que han querido un perro como a un hijo, el dolor tan grande y el hueco enorme que nos dejan con su muerte. Los perritos son tan fieles y leales. Nos entregan su corazón desde el primer día. Son nuestros compañeros en las buenas y en las malas. Yo extraño eso, su compañía y todo lo que mi pequeña representó en mi vida, porque es cierto, fue mi mejor amiga. La que estuvo a mi lado consolando mis tristezas y compartiendo mis alegrías. Extraño tanto ver su carita de "ya no llores" cuando me sentía triste. Extraño verla brincando de emoción cuando escuchaba las llaves. Esa criatura tan pequeña dejo un espacio enorme que nada ni nadie podrá reemplazar y que solo el tiempo (que se me hace eterno) podrá ir curando. 

Hoy sé, porque así quiero pensarlo más bien, que su alma descansa en paz y que su espíritu me acompaña en todo momento. Mi pequeña Coffee mocha. 

miércoles, 24 de mayo de 2017

Florida...La parte mala del viaje

Como relataba en la otra entrada, desde el 2012 mi esposo comenzó con problemas de salud. Aunque llevaba un seguimiento médico, la enfermedad ya comenzaba a mostrar los estragos en su cuerpo, luego de varios años de descuido. La mañana que me recogió en el aeropuerto de Orlando y que me dijo que no mencionara nada de hospitales, yo vi a mi esposo más delgado de lo que era.

Durante una semana lo vi, cansado, sin ánimos, sin fuerza, sin poder retener alimento. Pero una mañana, alrededor de una hora después de haberse ido a trabajar, regreso al hotel para decirme:  Acompáñame al hospital. 

Al llegar al hospital, inmediatamente lo atendieron. En las dos horas siguientes pasarían ante nosotros una cantidad infinita de doctores que solo decían: Está muy grave. Una doctora no daba crédito cuando le preguntó a mi esposo, cuánto tiempo lleva con los malestares y él contestó que un mes. Ella decía, es que un mes es demasiado, no debiste dejar pasar tanto tiempo. La dificultad para caminar y ver es porque tus riñones ya no funcionan, estás intoxicado.

Fue un tiempo que se me hizo eterno mientras nos decían que se iba a hacer. No dejaban de entrar médicos y enfermeros. Mi esposo hablaba inglés, pero no faltaba el enfermero payaso que le decía: i don´t understand... Entre eso y que yo no hablo inglés, mi desesperación fue aumentando. Me sentía abrumada cuando intentaban explicarme lo que se iba a hacer y que yo tenia que firmar las autorizaciones para estudios y que le realizaran transfusiones sanguíneas. 

Cerca de las 6:00 pm lo ingresaron a piso. El lugar era muy elegante, nos explicaron que tiempo atrás Disney había construido el edificio para hacer un hotel de lujo, pero el proyecto se truncó y para no dejar el lugar sin uso se vendió a un grupo de inversionistas que crearon el Florida Hospital Celebration Health. 



Nos instalaron en una habitación de cuidados intensivos que estaba muy equipada y elegante. Los enfermeros se portaron muy amables, tanto que de repente me sorprendieron llevándome algo para que cenara. Ese sándwich iba a ser mi primer alimento en todo el día. Aún recuerdo ese gesto y lloro. Porque sin importar si un hospital es privado o público, cuando alguien voltea a ver al acompañante y lo reconforta se agradece, porque si, los que se llevan la peor parte son los pacientes pero uno que está ahí a su lado, se cansa, se siente perdido. 

Después de comer, yo esperaba que me dijeran que era el momento de retirarme, pero en cambio, entró el técnico de enfermero y comenzó a acomodar un sillón que estaba al fondo y al terminar me dijo que ahí estaba mi cama. Wow ¿cómo? me iban a permitir quedarme en la misma habitación que él y hasta me prepararon la cama. Estábamos siendo tratados muy bien.

A la mañana siguiente, a primera hora nos trasladaron al Florida Hospital Orlando, para que le pusieran el catéter para realizarle las hemodiálisis. Debido a que sus riñones ya no funcionaban.   



Al mismo tiempo que mi esposo era subido en la ambulancia, había otro paciente que también sería llevado al mismo centro médico en otro vehículo. Cuando el cirujano que realizaría el proceso nos explicó (gracias a Dios era latino, hablaba un español mocho pero se supo dar a entender) que es lo que se haría, llegó una enfermera, que dulcemente me dirigió a una sala de espera... Ahí entre no saber que hacer, se sentaba a mi lado la familiar del otro paciente que había llegado con mi esposo. Cómo yo la vi blanca y pelo güero, la saludé en inglés y al ver como batallaba me dijo: Hablo español. Ay fue un alivio para mi. Su nombre es Vero, ella estaba acompañando a su tío, al que también le iban a colocar un catéter para hemodiálisis. Así que platicamos y nos hicimos compañía una hora y media aproximadamente, hasta que la enfermera fue por nosotras. 

Cuando vi a mi esposo, este estaba profundamente dormido. Eso me tranquilizó pero a penas estaba empezando esto...

Mi esposo seguía débil y con muchos malestares. Esa primer noche no dormimos, porque él se sentía muy mal y lloraba y yo con él. Pero yo de miedo, le rogaba a Dios que no se lo llevara. Al día siguiente llegó a la habitación un joven con una máquina de hemodiálisis, luego de explicar el funcionamiento, nos dijo que el proceso tardaría 4 horas. Mi esposo estaba renuente a que le hicieran el tratamiento y durante esas 4 horas fue discusión con el enfermero, quien le decía: No digas eso, esto te salvará la vida...



Gracias a esa hemodiálisis, al día siguiente mi esposo amaneció un poco mejor, y esa noche, luego de la segunda sesión, su ánimo volvía. 

A la mañana siguiente, luego de 2 hemodiálisis, él estaba viendo la televisión, un capitulo de Family guy, cuando de repente soltó una carcajada. La enfermera en turno corrió a ver que sucedía y respiró profundo cuando vio que mi esposo estaba muy sonriente viendo la televisión.  


Estuvo internado una semana, en la cual estuvimos solitos, nadie fue a vernos, y era lógico, en dos meses no hizo tantas amistades o más bien fueron solo compañeros de trabajo que se limitaron a una convivencia laboral.  Cuando lo dieron de alta y pasamos a caja, no tuvimos la amarga experiencia de San Ramón, Ca. porque en este proyecto si le habían dado sus números de seguro correctos. De hecho el cajero nos dijo: que buena póliza de seguros tiene, es cobertura amplia, ni yo siendo empleado del hospital cuento con algo así. 

La última sesión de hemodiálisis que le faltaba se la tendría que hacer al día siguiente en un centro en Orlando, ya que el hospital no contaba con el área de hemodialisis a pesar de ser ultra moderno y de lujo. 

El centro de hemodiálisis se encontraba en un gueto, por eso nos habían advertido de no llevar con nosotros nada de valor. Es que para los estadounidenses los guetos son las zonas donde habitan las personas de raza afroamericana y que ellos consideran maleantes. Sí vimos que al ingresar las casas eran más sencillas y algunas calles estaban sucias. Pero dentro del centro médico todo fue normal. En las 3 horas que mi esposo estuvo en su sesión, me tocó ver entrar y salir gente de todo tipo, de todas las edades, algunos llegaban solos y conduciendo y otros en ambulancia. 

Por lo delicado que estuvo mi esposo y que el proyecto para el cual lo habían mandado se había cancelado días antes (casi a la par de cuando fue internado), nos informaron que regresaríamos a casa en dos días más.

Nuestro último día

Esa mañana él se despertó muy temprano, quería ir a comprar algunas cosas. Fuimos a varias tiendas, cuando se detuvo en un seven eleven. Me dijo: Me está bajando el azúcar, tráeme algo... Cuando regresé, que no me tardé ni un minuto, él estaba desvanecido en el asiento del copiloto. No sabía que hacer, porque no podía moverlo. En mi desesperación un joven estadounidense se detuvo a ayudarme, pero no podíamos. En eso mi esposo comenzó a gritar y a golpear con los nudillos el volante, solo decía: ya quiero irme a casa, déjenme...

De repente un joven latino se acercó y habló al 911. Cuando explicaba que pasaba, solo dijo: está como loco... Mi esposo: ¡No estoy loco!

No sé cuanto pasó pero se me hizo muy rápido, teníamos estacionado atrás a un policía, el carro de bomberos y una ambulancia. Yo no sé en que momento el coche estaba rodeado de gente y mis manos llenas de jugos y dulces. Pasaron minutos y trato de recordar y en verdad no puedo, solo sé que todos me hacían preguntas y yo no sabía ni que decir, estaba petrificada. En eso, un paramédico me hizo a un lado y comenzó a hablar despacio, me pidió que le explicara en español. Le dije que mi esposo era diabético, y que antier había salido del hospital y que mañana regresábamos a México, que el hotel en el que estábamos hospedados era el que estaba detrás del seven eleven. En eso los paramédicos ya habían logrado sacarlo del auto y llevarlo a la ambulancia. Luego de 10 minutos el policía me dijo: Se encuentra estable, tenga las llaves y llévelo a que duerma.(Claro, en inglés, pero si le entendí). Así que hice eso y en la habitación me solté a llorar como una niña cuando no pasaron ni 20 minutos y mi marido me dice: ¿Por qué tengo sangre en las manos? 

El no recordaba nada de los sucedido y como ya se sentía bien, tenía que terminar sus compras. Yo le decía que ya, que descansara, pero él era terco y no podía regresar sin sus cochinitos, unos marranitos de cerámica que había visto en el cracker barrel. 

La verdad yo estaba asustada, enojada y cuando llegamos luego de terminar las compras me dijo: Para cerrar con broche de oro nuestro viaje y que se te pase el susto te voy a llevar a cenar a un restaurante japonés donde te cocinan en la mesa.


A pesar de no querer ir en un principio, me la pasé bien, él siempre lograba hacer que mi enojo se esfumara porque comenzaba a bromear. 

A veces, quisiera ser como él. Vivir la vida sin estar pensando tanto. El vivía el momento. Siempre me dijo. Voy a morir joven y no quiero privarme de nada.

Al día siguiente partimos, cada uno con itinerario diferente para acabarla. Nosotros no habíamos comprado los boletos, la compañía solo había comprado el de él y ajustado el mio. Así que el voló de Orlando-Houston-México y yo: Orlando-Atlanta-México. Y para hacer todo más desesperante mi vuelo de Atlanta a México se retrasó 2 horas. Al llegar por fin y abrirse las puertas de salida, estaba mi flaquito esperándome. Ansioso por regresar a casa, aún nos faltaba un par de horas más para decir hogar dulce hogar.




miércoles, 17 de mayo de 2017

La regla de Oro de la puntualidad

Si estás 5 minutos antes, estás a TIEMPO

Si estás a tiempo, ya estás TARDE.

Si estás tarde, ya no ESTÁS

La puntualidad significa:


  • Orden
  • Disciplina
  • Respeto
  • Responsabilidad
  • Actitud positiva

Y lo más importante: la puntualidad es el alma de la cortesía.

Dirán, por qué lo repites, bueno porque cada día me topo con gente tan grosera que cree que es correcto hacerte esperar y perder el tiempo. 


viernes, 12 de mayo de 2017

Tratar de estar mejor

...No te compliques más
Siempre hay una razón
Tratar de revivir
Tratar de estar mejor...

Así dice una canción que en 1994 se quedó en mi cabeza. Tenía yo solo 14 años y recuerdo que el ritmo y la letra me gustaron bastante. Desde ese momento comencé a buscar discos de Diego Torres sin éxito. Fue hasta el 2004, que la gente, al menos en la ciudad donde vivo, supo bien de quien se trataba. Tardé 10 años en hacerme de un disco de él, fue gracias al unplugged de MTV que las cosas cambiaron. Este fue un éxito y se vendía como pan caliente, lo que hizo que sus discos anteriores también se exhibieran en las vitrinas. 

La música de Diego me gusta mucho, sus letras con mensajes positivos, me hacen ver que no vale la pena enfrascarme en cosas sin sentido, que todo en la vida cambia y se resuelve. Me hace tanto bien escucharlo, que cuando me siento triste y necesito ánimos sus discos son mi medicina. Mi antídoto a la tristeza es DIEGOTORRIZARME :)


...Después de haber sufrido un tiempo 
Y las tormentas que el viento se llevó 
Después de haber curado un poco 
Las heridas de este pobre corazón
De nuevo quise pararme
Tranquilo, de a poco ver el sol 
Y solo quise encontrarme, conmigo
Y de nuevo escuchar mi voz
Bendito el aire que me hace sentir
Que estoy vivo y que puedo ser feliz, uh, uh 
Bendito el tiempo no me deja mentir 
Que los años me enseñaron a vivir...
Bendito

Y mejor me voy a escucharlo porque en verdad que su positivismo y su romanticismo sin caer en la cursilería me hace sentir muy bien.

...la vida vale la pena
si aprendo hacer el camino...
Que no me pierda



Aquí el video de "Tratar de estar mejor", ese tema que me hizo su fan.


 





lunes, 8 de mayo de 2017

Florida... La parte bonita del viaje

Los sueños se pueden hacer realidad...Sí, con un poco de fe y suerte. Por más descabellados que parezcan, nunca debemos perder la esperanza, está es la última que muere.

Toda mi infancia no dejé de escuchar a mi abuelito decir: Un día iremos a Disneylandia... Dicen que del dicho al hecho hay un gran trecho. Porque ese día nunca llegó, lo más cercano de lo que nos prometió, fue llevarnos a Reino aventura unas 3 ó 4 veces en nuestra niñez. Digamos que el dinero no era obstáculo para él, pero como lo quise mucho y aún lo respeto aunque ya no este entre nosotros, diré que la lejanía del lugar y la edad son las cosas que le impidieron cumplir esa promesa a sus ilusionados nietos. Claro que no pasa nada si alguien no te cumple, pero cuando eres niño, esas ilusiones significaban muchísimo.

Aunque, varios años después mi abuelito trataría de "resarcir" su promesa, cuando el viaje de final de cursos de la secundaria se tenia planeado para Orlando. En esa época vivía con él. Así que todo lo que yo necesitara corría por su cuenta, así como los permisos para viajar.  Desafortunadamente hubo una devaluación muy fuerte que hacía imposible o más bien, muy caro el viaje a Estados Unidos y la escuela canceló y cambio el destino a Guadalajara. 

Pasaron los años y pues ese deseo de conocer la tierra de los sueños se fue apagando. Pero a veces el niño interno sigue guardando la esperanza. 

En Mayo del 2013, mi esposo fue asignado a un proyecto con Disney, en Orlando, Fl. Él estaba contento de ser enviado fuera del país, luego de lo sucedido en San Ramón, Ca. un año antes. Su salud no estaba bien. Pero él insistía en que no pasaba nada. Por cuestiones de políticas esta vez no pude acompañarlo. Yo viaje por nuestros propios medios un mes después. 


La manera en que mi esposo anotó mi número de vuelo. 

La mañana de Junio cuando me recogió en el aeropuerto de Orlando, lo vi mal. Recuerdo que me dijo muy serio: para evitar problemas entre nosotros no quiero que menciones nada de hospitales. Él era muy necio y no quería atenderse, más que nada porque no deseaba ser enviado antes de tiempo a casa y tener que abandonar el proyecto. A él le gustaba que lo mandaran de viaje. 

Como tenía mucho trabajo y llegaba ya tarde al hotel. Salíamos poco a conocer la ciudad. Cuando él se iba a trabajar, yo me quedaba encerrada en el hotel. Muchos dirán: Estabas loca, en una zona turística. Sí, pero el calor y la humedad del lugar hacían las salidas insoportables y más cuando te tienes que mover a pie. Cuando me animaba a salir, regresaba casi de inmediato al hotel a refrescarme.


Yo descansando en Celebration

Entre mis paseos sola, fue recorrer la comunidad de Celebration, que nos quedaba a 5 minutos en auto y caminando como a 40 minutos del hotel. Una mañana mi esposo antes de ir al trabajo me acercó a este sitio, que me encantó, no dejé de tomar fotos. El regreso fue sofocante, lo hice a pie y aún recuerdo que vacié el frigobar del cuarto porque me deshidraté. El calor tan fuerte o las intensas lluvias eran lo que me impedían salir del hotel. Por eso en ese viaje mi mejor compañero fue mi libro de "El perfume". No me quedaba de otra que sentarme cómodamente en el sillón o la cama y a leer. A veces, solo unas contadas ocasiones, me iba a la alberca del hotel. Pero como estábamos en una ciudad turística, esta siempre estaba llena de niños o de gente rara. Bueno, lo de gente rara, fue sólo por una ocasión. Estaba yo recostada en un camastro y desde lejos observaba a un señor que iba de una mujer a otra conversando. De repente lo vi caminar hacía mi. Intento sacarme plática, pero la verdad me dio mucha desconfianza que mejor me despedí y me fui caminando lo más rápido que pude a mi habitación. Por eso y otras cosas no salía de mi cuarto. No era como en San Ramón, que tenía la alberca y jacuzzi para mi sola y que podía ir por la ciudad sin compañía a cualquier hora del día. Ya que en Kissimme, (que era donde estábamos, a solo 5 minutos de Orlando) a parte de muchos turistas, hay una cantidad increíble de vagabundos. Esto también hacía que mejor no me alejara mucho del hotel. A parte a mi esposo no le gustaba que saliera, por lo mismo, porque cerca del hotel, había un puente que pasaba por encima de un arroyo y ahí se juntaba un grupo de indigentes. Así que buscaba como entretenerme leyendo o escribiendo. 




A veces mientras iban a limpiar mi habitación platicaba con las camareras, no me tocó las mala experiencia de San Ramón, por el contrario, la chica mexicana que a veces iba, hablaba con nostalgia de su tierra y de como ella trataba de inculcar a su hija nuestra cultura. En ocasiones mi cuarto lo limpiaba una muy platicadora y dicharachera señora boricua. Que cuando me vio la primera vez me dijo: Ay que gusto conocerte. Tu esposo me dijo la semana pasada que ibas a llegar y que por favor limpiara muy bien el cuarto. Ay que guapo está tu esposo, si las muchachas y yo decíamos, el joven de la habitación "x" es muy serio y guapo, ¿estará casado?. Me dio mucha risa porque sin conocerme se soltó a hablar.  

Mi esposo comenzó con problemas de salud (en otra publicación platicaré los detalles médicos) y muchas veces no tenía fuerza ni ganas de salir. Pero el 4 de Julio nos tocó estar allá y salimos un rato a ver la celebración. Nos fuimos a Celebration a ver los fuegos artificiales. 



Como no sabíamos cuanto tiempo estaríamos en la ciudad, porque el proyecto tambaleaba. (En el 2012, la película de John Carter fue un fracaso y aunque había pasado un año, Disney aún no se recuperaba). Mi esposo y yo estuvimos analizando cual de todos los parques debíamos conocer. A parte teníamos que ver nuestro limitado presupuesto. No es tan económico el boleto de acceso. En ese año, cada uno costaba alrededor de 90 dólares, que convertido a pesos mexicanos lo hacía exorbitante para nosotros.

Nos decidimos por  Magic Kingdom, ya que era el tradicional. Mi esposo en su niñez había viajado a Disney en Los Angeles, pero no le molestaba visitar de nuevo las atracciones, con tal de que yo cumpliera mi sueño. Gracias a un empleado de Disney, conseguimos los boletos muy económicos, casi gratis. 

¿Quién me iba a decir que el sueño de infancia iba a ser cumplido de adulta, en mis 30´s y de la mano de mi esposo?

La mañana de ese día, yo iba como niña, con una sonrisa de oreja a oreja. Le dije a mi esposo, solo quiero una cosa: unas orejas de Mimi. Él: Sí, pero no puedes quitártelas en todo el día. Jajajaja no hacia falta que me hiciera prometer eso porque la niña que hay dentro de mi, no iba a querer quitárselas nunca. Él, en todo momento trataba de mantenerme ilusionada, mientras esperábamos que se abriera el parque. Me decía: Amor, vamos a ver a Mickey y al Pato Donald. 

Cuando nos subimos al juego de Dumbo. Mi esposo me decía: Amor, estamos volando en Dumbo. Me daba tanta ternura verlo así, como un niño que no había perdido la ilusión y que me hacía regresar a mi infancia.

Fue un paseo inolvidable, cansado pero que guardo en mi memoria. Cuando salíamos de ahí no dejaba de pensar en que por algo todas las otras veces el viaje a Disney se había frustrado, tenia que conocerlo por y con mi marido, para que fuera más significativo. Para que cada que recuerde ese viaje se ilumine una sonrisa en mi rostro. Para que cuando vea nuestras fotos, solo diga: Gracias. 

Continuará...

En Disney los sueños se cumplen

sábado, 6 de mayo de 2017

El pasto del vecino siempre es más verde...

Hace un año, mientras yo regaba mis plantas, una vecina se acercó a mi puerta y me dijo: ¿Cómo le haces para que tus flores estén así de bonitas? Mi respuesta: nada, hago lo normal, las riego cada tercer día. Me pidió le regalara un callito de mi geranio y se fue. ´

Varias semanas después salí a caminar y pasé por una casa con un jardín lleno de macetas con flores de todos colores y todas bien cuidadas. En eso el perro de esa casa comenzó a ladrar desesperado, la dueña de la casa salió y resultó ser la vecina que me había pedido un cayo de mi geranio. En ese momento me pregunté, por qué me había preguntado lo de mis flores, si era obvio que las de ella estaban mucho más bellas que las mías y tenia abundantes macetas en su casa. No sé si solo lo hizo por curiosidad, por hacerme plática o qué se yo. Esto me lleva a pensar en esa frase que he escuchado muchas veces de:

el pasto del vecino siempre es más verde... 

Podemos tener lo mismo, pero ¿por qué siempre nos va a parecer que la otra parte tiene algo mejor? 

¿Es envidia o complejos? Me ha tocado escuchar a amigos decir: Sutanito tiene suerte de traer coches nuevos cada año; Menganito siempre logra tener excelentes trabajos de la nada... en cambio uno batalla el triple para lograr hacerse de algo...

¿Por qué nos fijamos en lo que tienen otros y no en nuestros propios logros? ¿Por qué razón no gozamos lo que tenemos o lo que hemos conseguido? ¿Por qué siempre nos parece mejor lo de otros? Qué si la casa del vecino está más grande y bonita que la nuestra. Que si su coche es mejor que el que nosotros traemos. Qué si tiene mejor trabajo que nosotros, que si su pareja es más tierna que la nuestra, que le va mejor, etc. Tal vez a veces la frustración y el cansancio de los sacrificios para obtener algo nos hace voltear y ver lo de otros mucho mejor. O pensamos, porque lo desconocemos, que esas personas han logrado lo que tienen sin batallar. Pero no nos consta y lo que menos tenemos que hacer es pensar o creer que solo nosotros sufrimos para lograr algo y a los demás les cae del cielo. 

En lugar de hacernos menos y quejarnos por el éxito o suerte de los otros, hay que enfocarnos en nuestra vida, en nuestras propias luchas. Disfrutar lo poco o mucho que tengamos. Claro que muchas veces no hemos llegado a donde deseamos porque la vida nos llevo por caminos inesperados y diferentes a los que nos imaginamos cuando eramos niños. Pero en lugar de rendirnos y darnos por vencidos, debemos enfrentar estos cambios y retos como oportunidades y fijarnos metas nuevas. Si nos la pasamos viendo más verde el pasto del vecino, que el nuestro, la vida se nos va a ir en pequeñeces.